«Las mujeres han sido injustamente minusvaloradas en la Ciencia»
Redacción: Dolores Hernández Díaz. Canarias, 2012.
Carolina Martínez Pulido lleva más de tres décadas enseñando Ciencias Biológicas en las Facultades de Biología, Química y Farmacia de la Universidad de La Laguna. En 1985 leyó su tesis doctoral titulada “Formación de callos en cultivo in vitro de tejidos de Pinus Canariensis”. En los albores del siglo XXI, dio un giro radical en su vertiente investigadora para abordar la cuestión Mujer y Ciencia, estudios que vieron la luz con la publicación de seis libros. Por el primero, También en la cocina de la Ciencia, el Instituto Canario de la Mujer le concedió el Premio al Mejor Trabajo de Investigación, en el año 2000. Sus publicaciones tienen como denominador común difundir la participación de las científicas en el contexto histórico en el que han desarrollado su labor, desde la Revolución Científica (siglo XVII) hasta el siglo XX, así como destacar la contribución de éstas en la construcción del conocimiento científico.
Carolina Martinez Pulido has been working as a professor three decades teaching Biological Science in the Faculty of Biology, Chemistry and Pharmacy of the University of La Laguna. Her doctoral thesis is called “Formación de callos en cultivo in vitro de tejidos de Pinus Canariensis”. At the dawn of the twenty-first century research took a radical change with the treatment of women and their science studies; these came to light with the publication of six books. For her first book the “Instituto Canario de la Mujer” gave her the “Mejor Trabajo de Investigación, en el año 2000” the prize (The Best Work in Research in the year 2000). Her publications have a common denominator of showing the labour of female scientists labouring in the historical development from the scientific revolution n the Xll century until the XX century. Showing how these scientists have stood out in the scientific community.
Texto traducido por: London School
-Usted es profesora titular del Departamento de Biología Vegetal de la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna, a la que está vinculada desde el curso 1976-1977, compartiendo su tarea docente e investigadora con las facultades de Química y Farmacia. ¿A su juicio, en sus más de tres décadas como profesora universitaria, cuáles han sido los cambios más significativos experimentados por la ULL?
“Como es de imaginar, los cambios han sido muy numerosos y notablemente diversos. Si tengo que destacar alguno, desde luego me inclino por subrayar que en la actualidad la Universidad de La Laguna se ha vuelto mucho más cosmopolita en comparación a cómo era hace treinta años. Se ha abierto al mundo y a las influencias externas. Una de las pruebas más palpables podría encontrarse en el gran éxito que han tenido los programas Erasmus entre los jóvenes estudiantes. Las becas Erasmus, creadas en 1987, al facilitar la movilidad académica entre los alumnos universitarios dentro de los Estados miembros de la Unión Europea, han permitido a los jóvenes vivir, en muchos casos por vez primera, en un país extranjero. Esta actividad ha fomentado no sólo la formación académica desde una nueva perspectiva, o bien mejorar la competencia lingüística aprendiendo otro idioma o llegar a entender mejor la cultura de otro país. También ha estimulado el sentido de pertenencia a una comunidad entre jóvenes de distintos pueblos y, lo que es más importante, adquirir valores y aptitudes de gran utilidad en el mundo globalizado en que vivimos. La Universidad de La Laguna ha recibido numerosos estudiantes Erasmus, que han traído consigo la frescura alegre, inquieta y asombrada, de universitarios muy jóvenes procedentes de lugares a veces muy distintos de estas islas.
En este contexto, tampoco debemos olvidar el considerable número de profesores laguneros que han disfrutado de becas y estancias en universidades o centros de investigación tanto del extranjero como de la Península, y el consiguiente enriquecimiento que esto ha significado para nuestra comunidad. Subrayemos, asimismo, que la ULL ha organizado a lo largo de estas últimas décadas un creciente número de seminarios, ciclos de conferencias y otras muchas actividades académicas, en las que ha contado con la participación de expertos de otras universidades o centros de investigación. Todo ello ha contribuido a que se haya convertido hoy en una institución mucho más dinámica, abierta, y sobre todo, con una mayor y mejor capacidad de formación de su alumnado y de desarrollar notables proyectos de investigación. Reflejo de todo ello son las numerosas publicaciones aparecidas en diversos libros y revistas, tanto especializados como de divulgación científica.
A los cambios experimentados por nuestra universidad también hay que sumar, por supuesto, los efectos de la sorprendente explosión de las nuevas tecnologías. Esta poderosa revolución, que ha sacudido en las últimas décadas a toda la sociedad, ha tenido un enorme impacto tanto en la docencia como en la investigación universitaria. Al respecto, la ULL ha realizado un notable esfuerzo de informatización.”.
– En 1985 leyó su tesis doctoral titulada “Formación de callos en cultivo in vitro de tejidos de Pinus canariensis”, tema en el que centra su primera línea de investigación y expone en su primer libro Cultivo de tejidos vegetales. Multiplicación vegetativa in vitro del pino canario (1990). Del texto extraemos que “la propagación clonal de las especies forestales ha progresado significativamente”…“ya hay variedades de pino que están siendo propagadas a gran escala”. Hoy, en 2012, y en el contexto de Canarias, una región con una importante masa forestal, ¿esta técnica se está aplicando o, por el contrario, se continúa con una metodología tradicional?
«En la actualidad, la repoblación forestal en Canarias se lleva a cabo mediante técnicas tradicionales. Se trata de un escenario que está en línea con lo que ocurre en otras regiones con una masa forestal importante. De hecho, el éxito de los programas de mejoramiento forestal durante los últimos 50 años indica que todavía hay posibilidades de intensificar la productividad y los rendimientos de forma sostenible utilizando el mejoramiento convencional de los árboles forestales. Dicho esto, no debemos minusvalorar el gran potencial que encierran las técnicas biotecnológicas. Aunque el interés último del cultivo de tejidos de árboles ha estado generalmente enfocado hacia la propagación masiva clonal de genotipos selectos ya existentes, la utilidad del cultivo de tejidos no se queda ahí. Estudios fisiológicos, genéticos y bioquímicos realizados mediante esta técnica, están permitiendo un gran aumento de los conocimientos sobre cómo crecen los árboles. Las técnicas de cultivo in vitro ofrecen importantes posibilidades para estudiar y mejorar las especies leñosas. Y si bien la mayor parte de los especialistas opina hoy que esta técnica difícilmente reemplazará a los sistemas tradicionales de mejoramiento genético, todo apunta a que el cultivo in vitro puede desempeñar un papel importante, complementando esfuerzos para resolver problemas forestales y lograr mejoras que conllevan un favorable impacto en la economía forestal o silvicultura”.
– Por otro lado, señala que los resultados obtenidos tienen un interés aplicado: “la micropropagación de las coníferas puede resultar de utilidad tanto para diseñar proyectos de repoblación forestal como para la lucha contra la desertización”.
“En el momento en que hice referencia a la lucha contra la desertización, sólo estaba aludiendo a que las masas forestales, por su capacidad para fijar el suelo, impiden que las lluvias y otros factores ambientales conviertan el suelo en un desierto.
En la actualidad, sin embargo, las técnicas de cultivo in vitro se han convertido en una herramienta fundamental para la obtención de plantas genéticamente modificadas. Así como se les puede introducir nuevos genes a la soja o al maíz para que sean tolerantes a herbicidas o resistentes a insectos, a las especies forestales se les pueden incorporar genes que mejoren su crecimiento, la calidad de su madera, tolerancia a herbicidas, resistencia a virus o insectos, y un etcétera cada vez más largo.
El primer árbol transgénico se obtuvo en 1986; pertenece al género Populus y es el más utilizado en este tipo de investigaciones. Entre otros árboles genéticamente manipulados se encuentran dos coníferas: el género Pinus y el género
Según un informe de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), presentado en 2004, se están desarrollando investigaciones con árboles transgénicos en todos los continentes y por lo menos en 35 países. En 16 de estos países se realizan experimentos de campo, mientras que en los restantes la experimentación se restringe a los laboratorios o invernaderos. Hasta la fecha, solamente China ha divulgado el establecimiento de plantaciones aprobadas para su comercialización de álamos genéticamente modificados, que ocupan algo menos de 500 Has.”.
Como miembro del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer y del Aula de Cultura y Divulgación Científica de la ULL, podría indicarnos ¿Qué función cumplen estos órganos en el ámbito socio-cultural de Canarias?
«El Instituto Universitario de la Mujer de la Universidad de la ULL está en línea con la importancia adquirida por el feminismo en las últimas décadas del siglo XX. Las mujeres están accediendo a una significativa porción de espacios públicos y cada vez más pensadoras, investigadoras y docentes se replantean la relación que su propia especialidad mantiene con las mujeres. Así, ha surgido un campo de investigación enormemente activo y provechoso: los estudios con perspectiva de género. La Universidad de La Laguna no podía quedarse al margen. El Aula Cultural de Divulgación Científica (ACDC) de nuestra universidad tiene como fin dar a conocer los resultados de la investigación científica al público en general. Con tal fin, un grupo de profesores hemos organizado numerosos cursos, seminarios, jornadas, etc., partiendo de la convicción de que, a estas alturas del siglo XXI, necesitamos una ciudadanía preparada que entienda y sea capaz de participar en foros y debates sobre los últimos avances de una ciencia que nos afecta a todos”.
– En los albores del siglo XXI, usted dio un giro radical en su vertiente investigadora para abordar la cuestión Mujer y Ciencia, estudios que vieron la luz con la publicación de cinco libros en cuya edición ha colaborado el Instituto de la Mujer: También en la cocina de la ciencia; El papel de la mujer en la evolución humana ; Gestando vidas, alumbrando ideas. Mujeres y científicas en el debate sobre la Biología de la reproducción (2004),La presencia femenina en el pensamiento biológico (2006);y La senda mutilada. La evolución humana en femenino(2012). ¿Qué causas le condujeron a decantarse por esta temática?
«El cambio experimentado por mi línea de investigación a mediados de la década de 1990 responde a un proyecto que venía acariciando desde hacía tiempo, principalmente estimulado por mi docencia. Todo empezó con unas clases relacionadas con la historia de la biología y la teoría de la evolución, impartidas en diversos seminarios. Tras las clases iniciales, poco a poco empezaron a cobrar cada vez más fuerza las consabidas preguntas: ¿Dónde están las mujeres? ¿No ha habido en la historia de la biología contribuciones femeninas? ¿Sólo han investigado los hombres? Con la finalidad de dar el mayor rigor posible a las respuestas, me sumergí en un campo de trabajo que me atrapó por completo y me fue exigiendo una dedicación cada vez más exclusiva, que me ha llevado hasta el presente”.
– Aparte de la divulgación de sus trabajos sobre Mujer y Ciencia en prensa, revistas y publicaciones bibliográficas, usted ha participado como ponente en el Master de Estudios Feministas (2006-2008). Este tema, pese a que se dirija a un público heterogéneo, supongo que suscita mayor interés entre las féminas.
“Mi experiencia como docente en los Master de Estudios Feministas ha sido muy gratificante. Es cierto que el público es muy heterogéneo, pero suelen ser gente con mucho interés y altamente participativa, lo que constituye un gran estímulo para el profesor. Las clases que he impartido, contrariamente a lo que suele pensarse, interesan casi por igual a las mujeres y a los hombres. En no pocas ocasiones, ellos confiesan no haber pensado en el asunto –por ejemplo, en el sexismo que impregna a los modelos hoy dominantes que intentan explicar la evolución humana- y muestran notable curiosidad y sorpresa frente a ciertas explicaciones. Esta postura es coherente con la reflejada por algunos asistentes varones a charlas o conferencias que he tenido ocasión de dar en distintos foros”.
– Algunas revistas como Science y Nature han sido fuentes documentales de primer orden para la difusión de los avances científicos. Sin embargo, éstos no siempre están al alcance de un público no especializado. ¿Las nuevas tecnologías han contribuido a un mejor acceso a la información del conocimiento científico y, por tanto, a popularizar la ciencia?
“Las revistas Naturey Science, pese a su indiscutido prestigio y amplia difusión, probablemente no son las más indicadas para un lector generalista. En realidad, tienen un considerable grado de especialización. Creo que para empezar en temas científicos y aproximarnos a las nuevas fronteras de la ciencia, hoy tenemos a nuestro alcance, como primer paso, revistas más asequibles. Luego, para continuar, Nature y Science son, indudablemente, imprescindibles. Me sumo a los sostienen que las nuevas tecnologías sí están contribuyendo a popularizar la ciencia. Claro que sí. No tenemos más que pensar que las revistas de las que estamos hablando, además de muchas otras, tienen su versión on line y hay casos en que el número de lectores suele ser considerable. Asimismo, la proliferación de blogs que tratan de temas científicos con rigor y a nivel divulgativo es amplísima. El problema en este aspecto radica en la capacidad de discernir entre la información seria y aquella que no lo es”.
– ¿Qué ha supuesto para su carrera académica el Premio al Mejor Trabajo de Investigación concedido por el Instituto Canario de la Mujer, en el año 2000, por su libro También en la cocina de la ciencia?
“Este premio supuso para mí una gran alegría. Y por muchas razones. Porque me lo concedía el Instituto Canario de la Mujer. Porque tenía un prólogo de lujo, redactado por una compañera a la que tengo gran aprecio, Amparo Gómez, catedrática de la Universidad de La Laguna. Porque era mi primer libro sobre el tema y supuso un notable espaldarazo para continuar el trabajo… En fin, que agradecí sinceramente la distinción otorgada”.
– Sus publicaciones tienen como denominador común difundir la participación de las científicas en el contexto histórico en el que han desarrollado su labor, desde la Revolución Científica (siglo XVII) hasta el siglo XX, así como destacar la contribución de éstas en la construcción del conocimiento científico. Su principal juicio histórico es que éstas han sido injustamente olvidadas o minusvaloradas por la prevalecer un sesgo androcéntrico. Podría profundizar en estos objetivos.
«Para comenzar, quiero hacer hincapié en que no se puede estudiar la historia de la ciencia sin tener en cuenta, o menospreciando, el valor añadido por las mujeres científicas. Ellas no son tan pocas como tradicionalmente se ha venido creyendo. Es esta una falsa contabilidad debida, entre otras razones, a que sólo se aceptan aquellas que han tenido un éxito innegable, lo que proporciona la idea equivocada de que el trabajo científico de las mujeres es una sorprendente excepción y no un hecho frecuente. Sólo se recuerdan las mujeres que han hecho contribuciones realmente extraordinarias, criterio que no se aplica al trabajo masculino.
La legión de anónimas que, sin embargo, han realizado trabajos menores representa un número nada despreciable. A los logros de ellas debería otorgárseles el mismo reconocimiento que a los pequeños descubrimientos realizados por los hombres; pero, evidentemente, no se sigue la misma escala de valores. Así pues, cuando se trata de indagar sobre la participación de la mujer en la ciencia, al menos en un primer momento, sólo salen a la luz esas pocas investigadoras ya bendecidas por el trabajo colosal.
En suma, el injusto olvido que en particular han sufrido numerosas científicas que dedicaron sus esfuerzos a investigar queda reflejado en los manuales universitarios o en los libros de divulgación científica. Hasta hace poco tiempo, la casi totalidad del elenco de científicas era desdeñado. Lo insultante es que buena parte de sus aportaciones fueron adjudicadas a colegas masculinos que tuvieron más fama, o bien a los que eran directores de los equipos en los que ellas estaban integradas —engordando así un «vampirismo» socialmente admitido hasta nuestros días— o, para colmo, simplemente se consideraron contribuciones anónimas. Todo ello ha dado a la ciencia su carácter androcéntrico, construida y dominada por figuras masculinas Afortunadamente en los últimos años esta situación ha empezado a cambiar, y algunos autores de importantes manuales están reparando «olvidos». De igual forma, la gran proliferación de trabajos realizados por un elevado número de estudiosas está consiguiendo que el tema vaya calando en la opinión pública en general”.
El olvido que han sufrido numerosas científicas que dedicaron sus esfuerzos a investigar queda reflejado en los manuales universitarios o en los libros de divulgación científica”
– Analicemos el recorrido cronológico del papel desempeñado por las mujeres en la ciencia. En los siglos XVII y XVIII, las naturalistas fueron artistas ilustradoras, coleccionistas, divulgadoras, científicas o escritoras. Sin embargo, hasta las últimas décadas del XIX, a las féminas se les vetó el acceso a las universidades, las academias y a algunas sociedades científicas. Avanzado el siglo XX, las mujeres empiezan a ligarse al mundo académico y tener peso en este campo. Podría hacernos una retrospectiva al respecto.
«La participación de las mujeres en la ciencia sólo puede darse a conocer con un mínimo de rigor si se articula en el contexto histórico en el que esas estudiosas fueron desarrollando su labor. Dicho esto, insistamos en que han estado presentes en la construcción del pensamiento científico desde la más remota antigüedad. A modo de ejemplo, en el colectivo de las naturalistas, principalmente botánicas y entomólogas, las féminas participaron en el conocimiento de manera significativa durante siglos.
No obstante, la formación técnica y especializada estuvo mucho tiempo fuera del alcance de las mujeres, ya que las universidades europeas, salvo las italianas y las americanas, sólo les «abrieron» sus aulas a partir de las últimas décadas del siglo XIX. Es entonces, tras el impulso formativo, cuando en diversos ámbitos sobre todo en ciencias experimentales, que requieren una sofisticada infraestructura cuando se detecta una participación mucho mayor de científicas. La secuencia fue de efecto inmediato: formación e infraestructura adecuadas produjeron aportaciones al acervo de disciplinas como la biología experimental que han generado trabajos de investigación firmados por mujeres, algunos realmente brillantes.
En las primeras décadas del siglo XX, la participación femenina fue creciendo paulatinamente (tengamos en cuenta, por ejemplo, que en España las mujeres pudieron matricularse libremente en la Universidad sólo a partir de 1910, aunque en años anteriores ya hubo universitarias que accedieron a los estudios tras saltar numerosas barreras y superar dificultades). La verdadera explosión de las mujeres en ciencia ha tenido lugar a partir de la segunda mitad del siglo XX”.
– En «También en la cocina de la ciencia nos acerca a la obra de cinco científicas: Barbara Mc Clintock (la transposición), Rosalind Flanklin (la estructura del ADN), Christiane Nüsslein-Volhard (la arquitectura de un organismo vivo se construye por etapas que están controladas por genes), Mary Leakey (Prehistoria humana) y Lynn Margulis (Teoría de la Endosimbiosis y la Hipótesis de Gaia). Mc Clintock y Nüsslein-Volhard recibieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, en 1983 y en 1995, en sendos casos. ¿Cuál ha sido el alcance de cada uno de estos descubrimientos?
«Las científicas mencionadas pertenecen al grupo de mujeres que pueden considerarse creadoras de conocimiento por haber realizado aportaciones de gran trascendencia para su especialidad.
Barbara McClintock (1902-1992) fue una excepcional genetista. Cuando todavía era muy joven, trabajando con plantas de maíz, publicó –en 1931- un trabajo conisiderado como «uno de los experimentos verdaderamente grandes de la biología». Posteriormente, a finales de la década de 1940, llegó al más trascendente de sus logros: el descubrimiento de la transposición, o sea, de la capacidad de algunos fragmentos del material hereditario para cambiar de posición en el genoma. Con el hallazgo de estos elementos móviles, o transposones, McClintock puso de manifiesto que la organización genética de los organismos vivos es mucho más compleja y flexible de lo que mayoritariamente se asumía en su época. Por toda su obra, en 1983 fue galardonada con el Premio Nobel de Medicina.
Rosalind Franklin (1924-1958) fue una extraordinaria cristalógrafa que participó en uno de los avances biológicos más importantes del siglo XX: el descubrimiento de la arquitectura de la molécula de la herencia, el ADN. En su corta vida, Franklin murió de cáncer a los 37 años, realizó trabajos cuya calidad se situaba en la vanguardia de su tiempo. La mayor parte de los historiadores de la Biología están de acuerdo en que si en 1962, cuando se concedió el Premio Nobel por el descubrimiento de la estructura molecular del ADN, la científica hubiera vivido habría merecido una parte de este prestigioso galardón.
Christiane Nüsslein-Volhard(1942), dedica sus esfuerzos a la Biología del desarrollo, disciplina en la que está considerada entre los mejores, si no la mejor, de los especialistas actuales. Los trabajos de Christiane Nüsslein-Volhard han contribuido en gran medida al descubrimiento de los genes que, en los primeros estadios de la vida, ponen en marcha el plan corporal del futuro organismo. Sus resultados gozan hoy de gran prestigio entre los biólogos debido sobre todo a que ha logrado demostrar, en colaboración con su colega Eric Wieschaus, que la arquitectura de un ser vivo se construye por etapas, y que cada etapa está controlada por un grupo concreto de genes. Esta investigación les valió el premio Nobel en 1995.
Mary Leakey(1913-1996) fue una respetada arqueóloga que consiguió, con su minuciosa tarea de «reconstrucción», aclarar importantes facetas sobre la evolución humana. Excavando incansable bajo el sol africano de la geografía de Kenia y Tanzania, y siguiendo una rigurosa metodología, Mary Leakey logró unos resultados tan valiosos que permitieron el nacimiento del modelo evolutivo humano hoy vigente. Además, gracias a sus hallazgos numerosos científicos se sintieron atraídos por el este africano y organizaron innumerables expediciones. La zona se ha revelado extraordinariamente fecunda en restos fósiles que han arrojado mucha luz sobre nuestros orígenes. En la actualidad, la mayoría de los expertos considera que los descubrimientos paleontológicos y antropológicos más significativos del siglo XX difícilmente podrían haberse excavado sin la exactitud y tenacidad de Mary Leakey. El gran rigor de su metodología la ha consagrado como una pionera en su especialidad.
Lynn Margulis (1938-2011) fue una profesora universitaria estadounidense y una acreditada científica. Tuvo el gran mérito de realizar novedosas aportaciones a la biología evolutiva. Entre sus múltiples contribuciones destaca el haber propuesto un nuevo mecanismo evolutivo: la simbiogénesis, basado en que la simbiosis -o asociación física entre organismos distintos- puede originar nuevas especies. Sus principales argumentos estuvieron fundamentados en numerosos estudios sobre mundo microbiano, área en la que fue una gran experta. La originalidad de su pensamiento, su gran talento y creatividad, y su actitud a veces un poco provocadora, han dado un impulso extraordinario a la biología actual”.
Las mujeres han estado presentes en la construcción del pensamiento científico desde la antigüedad”
– En su libro El papel de la mujer en la evolución humana subraya que Charles R. Darwin, autor de El origen de las especies por selección natural (1859), fue el artífice del primer estudio riguroso sobre la evolución biológica: “La concepción darwiniana materialista, al basarse exclusivamente en fenómenos empíricamente demostrables, proporcionó la primera explicación real científica de la evolución”. No obstante, advierte que la teoría de Darwin manó de otras fuentes.
“Darwin tenía, en realidad, una importante deuda de con muchos de sus predecesores; de hecho, el conjunto general de las ciencias de su época influyó de una u otra forma sobre en la cristalización de su obra. En particular, era tributario de la Geología, la Anatomía Comparada y la Embriología, sin olvidar a los criadores de animales y plantas. Más de una vez tomó y adoptó para sus propias necesidades conceptos que habían madurado en otros sectores. Se ha citado como ejemplo el papel desempeñado por las ideas demográficas de Thomas Malthus (1766-1834) en la concepción de la especie como una población de individuos variables.
Cabe hacer hincapié en que, esencialmente, la teoría darwiniana contiene tres grandes ideas, ninguna de las cuales es del todo original del autor. Una de ellas es la del origen común: hay un árbol de la vida de cuyo tronco se ramifican todas las formas vivas que existen y han existido a lo largo de la historia de la vida en la Tierra. Pero esta noción ya había sido esbozada a mediados del XVIII por Georges L. Buffon (1707-1788). La otra gran idea fue la descendencia con modificación: las especies se transforman unas en otras. Concepto también defendido con anterioridad por el propio abuelo del naturalista, Erasmus Darwin (1731-1802), y por el francés Jean Baptiste Lamarck (1744-1829). La gran originalidad de Charles Darwin estuvo en la combinación de las nociones de origen común y ramificación, apoyándose en abundantes ejemplos y reflexiones, lo que resultó sumamente novedoso. Por otra parte, la teoría de la selección natural es un ejemplo clásico de lo que se llama un descubrimiento simultáneo. Es un hecho histórico conocido que Alfred Wallace (1813-1887) había llegado de forma independiente en 1858 a las mismas conclusiones que Darwin y, en opinión de algunos, incluso podría haberlo despojado de la prioridad oficial de la teoría.
No obstante, al comparar las ideas de Charles Darwin y las de otros naturalistas de su época, enseguida destaca que el primero utilizó sus recursos científicos y culturales de un modo altamente creativo para generar una teoría que iba mucho más allá de lo que sus contemporáneos podían sospechar. La síntesis final que constituye su magna obra El origen de las especies hace gala, de forma incontestable, de gran inteligencia y originalidad”.
– En la expansión de la Primatología han contribuido algunas científicas como Jane Goodall, Dian Fossey y Birute Galdikas, con sus estudios de chimpancés salvajes habitantes del Lago Tanganika, en el primer caso; de los gorilas de montaña en Ruanda, en el segundo, y del comportamiento de los orangutanes de Borneo, en el tercero. Pero además, éstas han denunciado el peligro de extinción de estos animales. ¿Cuál ha sido el legado de estas investigadoras en la Historia de la Evolución humana?
«En la configuración de la Primatología como disciplina moderna, en la década de 1960, las mujeres científicas jugaron un papel protagonista. La célebre británica Jane Goodall, fue precursora en una extraordinaria labor de campo dedicada a observar a los chimpancés en su hábitat natural —inicialmente en el lago Tanganika— y que dura ya más de cuarenta años. La estadounidense Dian Fossey, consagró su vida al estudio de los gorilas de montaña en Ruanda; mientras que la canadiense Birute Galdikas ha trabajado intensamente con los orangutanes de Borneo. Sus excelentes resultados no sólo abrieron nuevos caminos a los estudios sobre el comportamiento de los primates, sino que su metodología propició el auge del que la Primatología hoy disfruta. Como ha señalado la conocida estudiosa Carole Jahme (2000), los casos de Jane Goodall, Dian Fossey y Birute Galdikas representan los arquetipos de las primatólogas originales, «ellas se sitúan en los vértices de un triángulo que ocupa hoy un lugar central en la Primatología.»
Conviene también recordar que estas tres extraordinarias científicas han logrado fascinar al mundo entero con sus narraciones sobre la vida de los grandes simios salvajes en su entorno natural. Sus esfuerzos han conseguido despertar el interés de numerosos expertos y también de la gente en general. Así, gracias a ellas, no sólo las investigaciones en torno a estos animales han adquirido rigor científico, sino que además nos permiten disponer de una sólida red de conocimientos. De hecho, los estudios de la biología, la genética o el comportamiento de los grandes simios no sólo es enormemente valioso en sí mismo, sino que también representa la única fuente hoy viva que puede proporcionarnos pistas válidas sobre nuestros propios orígenes.
Los mencionados trabajos pioneros sobre los grandes simios pusieron los firmes cimientos que espolearon la vigorosa expansión de la Primatología, que actualmente cuenta en su haber con notables contribuciones realizadas por numerosas científicas, y también de sus colegas varones. Los avances de esta disciplina han proporcionado importantes claves para conocer más y mejor a estos animales, tan valiosos como entrañables, al tiempo que han abierto perspectivas muy interesantes para mejorar la interpretación del comportamiento humano.
Finalmente, también queremos destacar que gran parte de la labor de las tres científicas pioneras ha estado y lo está en las dos que aún viven dirigida a denunciar el inminente peligro de extinción al que se enfrentan estos magníficos animales. Ciertamente, el chimpancé, el gorila y el orangután se encuentran entre los primates vivos no humanos más amenazados de la Tierra. Su historia evolutiva y sus vidas actuales representan una de las maravillas de la naturaleza, y estudiarlas en condiciones naturales se está convirtiendo en un privilegio cada vez más exiguo. Si su extinción se produce, será una prueba más de nuestra torpeza a la hora de conservar la riqueza natural que existe en este planeta”.
– En Genética han destacado las aportaciones de: Nettie Stevens (estudio de los cromosomas), Barbara McClintock (la transposición) y a Charlote Auerbach (fenómeno de la mutagénesis química). ¿Qué utilidad tienen estos estudios en la praxis?
“Los trabajos de estas tres expertas tuvieron un enorme ascendente en la biología de su tiempo, sentaron las bases de numerosas líneas de investigación e influyeron profundamente en la configuración de la biología actual. En1905,cuando la Genética moderna daba sus primeros pasos,vio la luz un estupendo trabajo realizado por una singular científica: Nettie Maria Stevens(1861-1912), quien lograba demostrar que el sexo de los organismos vivos está determinado genéticamente, o lo que es lo mismo, probaba que el sexo depende de la presencia o ausencia de un cromosoma particular. Se trata de un hallazgo que tuvo un profundo significado en la biología de aquel tiempo.
Los trascendentales trabajos efectuados a lo largo de décadas de investigaciones con plantas de maíz, llevados a cabo por una de las genetistas más brillantes del siglo XX, la conocida Barbara McClintock (1902-1990), que en 1983 fue galardonada con el premio Nobel de Medicina y Fisiología, se han discutido en una pregunta número anterior.
La bióloga y cualificada investigadora alemana Charlotte Auerbach (1899-1994), fue pionera en las indagaciones realizadas con el fin de esclarecer el efecto que determinados agentes químicos pueden ejercer sobre los seres vivos, humanos incluidos. Demostró que entre esos agentes químicos los hay capaces de dañar el material genético provocando, en no pocos casos, mutaciones muy perjudiciales. Sus resultados llamaron poderosamente la atención de sus colegas y sirvieron de estímulo para que en muchos laboratorios del mundo se abriesen productivas líneas de trabajo con la finalidad de precisar el efecto que producen determinados agentes químicos sobre el material hereditario.
Valga a este respecto recordar que, gracias a las investigaciones pioneras de Auerbach, en la actualidad se sabe que algunos agentes terapéuticos de uso común, tales como drogas y estimulantes, producen alteraciones en los cromosomas humanos; dado que el riesgo potencial también es válido para las células reproductoras, dichas alteraciones pueden ser hereditarias. Asimismo, se ha podido demostrar la correlación que existe entre la inducción por diversos agentes químicos de mutaciones y el desarrollo de algunos tipos de cáncer”.
– En la misma línea, en el debate de la reproducción biológica han participado: Laura Colwin por la fusión entre el ovulo y el espermatozoide, Hilde Mangold y Hans Spemann con el concepto de organizador embrionario, Ethel Harvey por la importancia del citoplasma materno en la embriogénesis, y Florence Peables con su estudios de diferenciación celular y regeneración. ¿Qué aplicación tienen estos ensayos?
«Las científicas citadas realizaron sus principales investigaciones sobre procesos biológicos fundamentales en un esfuerzo por responder a preguntas científicas esenciales, esto significa que se dedicaron a la ciencia básica. Sin embargo, tanto las indagaciones sobre el proceso de la fecundación, como los estudios acerca de la diferenciación celular y la embriogénesis han tenido aplicaciones posteriores, sobre todo en el ámbito de la biomedicina. Esta situación se ha repetido en innumerables ocasiones a lo largo de la historia de la ciencia, lo que un principio se estudia siguiendo el impulso de la curiosidad humana, con el tiempo abre las puertas a novedosas aplicaciones. Es lo que conocemos como ciencia aplicada, tecnología o tecnociencia (término de uso reciente que hace referencia a una actividad donde los viejos límites entre ciencia y tecnología se han desdibujado).
Técnicas actuales como fecundación in vitro, la detección y prevención de enfermedades provocadas por malformaciones durante el desarrollo embrionario, el cultivo de células madres, el desarrollo de nuevas medicinas y tratamientos, y un largo etcétera, se han visto enormemente potenciadas por investigaciones que en sus inicios no parecían tener aplicaciones prácticas. Podemos pues afirmar que los éxitos de la ciencia, en su alianza con la tecnología, han sido en este ámbito de investigación muy fructíferos”.
Hasta las últimas décadas del XIX, a las féminas se les vetó el acceso a las universidades, las academias y a algunas sociedades científicas”
– Del mismo modo, nos comenta que otras científicas propiciaron la construcción de un puente conector entre la Genética y la Embriología: Salome Waelsch (década de 1940) y a Christiane Nüsslein-Volhard (década de 1980). ¿Se trata, por tanto, de un avance significativo?
«Sí. El reencuentro entre la Genética y la Embriología representó un avance de gran calado para las Ciencias Biológicas. Impulsó el nacimiento de la biología del desarrollo, que explica que el desarrollo embrionario es un proceso controlado por genes. Desde la década de 1990, este ámbito de investigación no ha hecho sino crecer y proporcionar resultados de gran interés. Quisiera aprovechar esta ocasión para señalar que en España, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (UAM), el profesor Antonio García Bellido, científico especializado en la investigación de las bases genéticas del desarrollo y de la diferenciación celular, dirige un prestigioso equipo de trabajo internacionalmente reconocido, dedicado precisamente a la biología del desarrollo.
– Un caso relevante fue el de Rita Levi Montalcini quien encontró, en 1953, el factor de crecimiento nervioso al igual que Stanley Cohen halló, en 1962, el factor de crecimiento epidérmico. En 1986 ambos recibieron el Premio Nobel de Medicina y Fisiología. Desde el punto de vista médico la importancia del factor de crecimiento nervioso es de gran trascendencia por su aplicación en enfermedades degenerativas como el Alzheitmer o el Parkinson.
En la década de 1940, resultados procedentes de diversas investigaciones dieron un significativo impulso a una interesante rama del estudio del desarrollo embrionario: la Neuroembriología. Entre los científicos dedicados a tan especializado tema sobresale, por encima de todos, la labor de la investigadora italiana Rita Levi-Montalcini, nacida en 1909, quien a principios de los años cincuenta puso de manifiesto la existencia física del llamado factor del crecimiento nervioso, responsable del crecimiento y diferenciación de las fibras nerviosas. Aunque inicialmente no hubo predisposición alguna por parte de los especialistas para reconocer la importancia de tal factor, en la década de los setenta empezó a valorarse su verdadera trascendencia. En esos años nació la hoy célebre tecnología del ADN recombinante, que permite el estudio y la manipulación de los genes a nivel molecular. Esta novedosa técnica conmocionó prácticamente a todos los campos de la biología, no escapando a esa influencia la Neuroembriología. Bajo esa nueva perspectiva, tuvo lugar un resurgir del interés por la investigación sobre los genes que codifican los factores de crecimiento, el nervioso entre ellos. Los nuevos y sorprendentes hallazgos obtenidos contribuyeron a que el trabajo de la científica italiana saliese de su ostracismo y empezase a ser acreditado en su verdadera importancia.
Finalmente, a comienzos de la década de los ochenta, los factores de crecimiento serían confirmados en su auténtica relevancia. Fruto de ello en 1986 Rita Levi-Montalcini y Stanley Cohen compartieron el premio Nobel de Medicina y Fisiología. Sus hallazgos fueron considerados de una trascendencia básica para la comprensión de los mecanismos de control que regulan el crecimiento de células y tejidos. Además, el jurado precisaba que el «hallazgo del factor de crecimiento nervioso a comienzos de los años cincuenta es un ejemplo fascinante de cómo una hábil observadora puede crear un concepto a partir de un aparente caos». El interés y la trascendencia del trabajo de Rita Levi-Montalcini es en la actualidad indiscutible. Los factores de crecimiento se han revelado muy útiles en la investigación sobre diversas enfermedades, entre ellas las que afectan al sistema nervioso”.
– En cada una de sus obras aparecen mujeres pioneras que desafiaron las barreras de la exclusión sexual: Jeanne Baret, Maria Sybilla, Maria Ridell o Marianne North (emprendieron viajes para explorar la naturaleza en una época en que las expediciones eran exclusivas para los hombres), Dorothy Garrod (en Oriente Medio, compuso un equipo excavador formado principalmente por mujeres)… Y también racial: la alemana Salomé Waelsch y la italiana Rita Levi, ambas de procedencia judía, que exiliadas por la subida al poder de Hitler y Mussolini, tuvieron el coraje de continuar con sus experimentos.
«La británica Dorothy Garrod (1892-1968), fue una gran viajera hoy considerada como excelente arqueóloga y ejemplo femenino de trabajo de campo y de liderazgo. Los resultados de las investigaciones de Garrod, además de haber sobrevivido a los de muchos de sus contemporáneos, tienen aún hoy gran relevancia pese a que, como ha sucedido con tantas otras figuras femeninas, no se han reconocido con la amplitud que merecen. En algunos temas de su especialidad fue una adelantada que no sólo mejoró sino que incluso inició rutas pioneras de investigación. Trabajó con notable dedicación cuando la Prehistoria humana y la Arqueología se estaban configurando como disciplinas modernas. Ciertamente, Salome Waelsch (1907- 2007) y Rita Levi-Motalcini(1909) se vieron obligadas a huir de sus respectivos países por el brutal antisemitismo desencadenado en Europa principalmente a partir de la década de 1930. Ambas, sin embargo, tuvieron el arrojo y la audacia suficientes como para abrirse camino en la competitiva sociedad estadounidense y desarrollar líneas de investigación altamente especializadas. Las dos fueron líderes en sus respectivos campos de trabajo y sus resultados recibieron el reconocimiento y la ponderación de la comunidad científica. Como ya se ha mencionado, Rita Levi-Montalcini fue galardonada con el premio Nobel de Medicina en 1986”.
“En la Europa de la Ilustración, primaron posturas sexistas y racistas basadas en elementos fisiológicos y anatómicas para reafirmar la supremacía del hombre blanco”, sentencia. El racismo y el sexismo tuvieron un profundo calado en la ciencia. ¿No le parece una anacronía el hecho de que muchos de los científicos que llevaban a cabo la Revolución Científica promulgaran estas ideas tan ancentrales?
«La mayoría de los hombres eruditos de los siglos XVII y XVIII que vivieron los inicios de la ciencia moderna y los albores de la Ilustración compartían la inercia mental de no involucrar a las mujeres en el libre acceso al conocimiento y a las prácticas científicas. A pesar de que se expresaban en nombre de una nueva revolución, salvo raras excepciones, ofrecían argumentos basados en los prejuicios de ideas misóginas. Mentes preclaras para el avance objetivo de las verdades, subjetivamente seguían alimentando esos antiguos modelos del apartheid de los géneros, aunque retóricamente hicieran continuas referencias a la «misión» liberadora para «la humanidad» de una investigación pretendidamente libre de ofuscaciones y tópicos irracionales. De hecho, hoy existen pocas dudas acerca de lo sucedido en los albores de la ciencia moderna con respecto a las mujeres. Como muy bien apunta Pilar Castrillo (2001): «Durante la Revolución Científica no hubo revolución alguna para la mujer ni para la consideración de su papel dentro de la ciencia». Los ropajes que envolvieron aquella revolución estaban tan impregnados de similares resabios y prejuicios como lo estuvieron en los tiempos de Aristóteles y de quienes le sucedieron en la antigüedad o en el Medioevo.
Dicho esto, quiero afirmar que por supuesto que me parece un pensamiento anacrónico que, desgraciadamente, aún en nuestros días algunos esperemos que cada vez menos no han conseguido superar”.
«Tanto en el extranjero como en nuestro país, indica que algunas mujeres lucharon y debatieron sobre el sesgo androcéntrico de los estudios sobre la evolución humana: Antoinette Brown Blackwell (teóloga), Concepción Arenal (jurista, socióloga y pedagoga) y Emilia Pardo Bazán (escritora) son algunos referentes.
«Es conveniente tener en cuenta que la revolución darwiniana, que cambió tantas cosas y barrió tantos prejuicios de las ciencias naturales, no modificó casi en nada la visión mantenida durante siglos acerca de la inferioridad «natural» de las mujeres con respecto a los hombres. El único cambio destacable en este sentido fue que las diferencias entre los sexos humanos, antes atribuidas al dios o dioses, se imputaron ahora a la ciencia.
«El origen del hombre, el libro en que Darwin dedicó más espacio a las mujeres, es un claro reflejo del intento de su autor por convertir en «verdad científica» la minusvaloración evolutiva del sexo femenino. Con posterioridad, algunos de sus exaltados seguidores —«más darwinistas que Darwin»— defendieron a ultranza y con más énfasis el prejuicio ancestral de la inferioridad femenina, concluyendo que ha sido el hombre, y no la mujer, el verdadero protagonista del proceso evolutivo.
«El contenido sexista de estos argumentos, ruidosamente difundidos pese a haberse alcanzado ya el último tercio del siglo XIX, lleva a preguntarnos si hubo alguna mujer que reaccionara públicamente presentando objeciones ante tanto ultraje. De hecho, la reacción sí se produjo, pero sólo tuvo un eco muy escaso, y procedió principalmente de unas pocas figuras femeninas. Antoinette Brown Blackwell: afirmaba en 1875 que Darwin había malinterpretado la evolución humana al dar una «desproporcionada preeminencia a todo aquello desarrollado en la línea masculina». Emilia Pardo Bazán: sostenía en 1877 que «la ley del más fuerte era nefasta para el sexo femenino». Y Eliza Burt Gamble: defendía sin ambages en 1893 la «superioridad evolutiva de las hembras». Otra española,Concepción Arenal, también negó con firmeza que la supuesta inferioridad femenina fuese debida a causas biológicas”.
– Usted saca a relucir que en pleno siglo XXI, la desigualdad sigue latente en los distintos ámbitos de la sociedad.
«Es totalmente cierto. Si miramos hacia atrás, es más que evidente que el siglo XX ha sido el «siglo de las mujeres». Se han alcanzado un sinnúmero de derechos tanto sociales como personales. Una joven, a finales del siglo XX contaba con muchísimas oportunidades para desempeñar casi cualquier profesión que se propusiera, y no hay punto de comparación con las limitaciones que habría sufrido esa misma joven a finales del siglo XIX. Sin embargo, no debemos dormirnos en los laureles. El camino hasta la igualdad entre mujeres y hombres es muy muy largo y todavía queda un extenso trecho que recorrer. Pese a que estamos en la segunda década del siglo XXI, hay mucha lucha por delante, barrearas que romper, prejuicios que eliminar… Y, lo más alarmante, es el peligro de involución que nos amenaza. Valga sólo un ejemplo actual. Dentro de la profunda crisis que el mundo occidental está viviendo, en España se están tomando multitud de medidas para ajustar nuestra economía a la nueva situación. Si nos detenemos a analizarlas veremos que afectan principalmente a las mujeres trabajadoras. Está empezando a asomar sus puntiagudas orejas el arraigado prejuicio: las mujeres donde mejor están es en el hogar, cuidando los niños y los mayores, realizando un trabajo no remunerado, gratis del que el Estado se desentiende. O sea, volvamos a lo de siempre: el espacio público para los hombres, el privado para las mujeres”.
Número de Asiento Registral: 00/ 2021 / 4682.
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