OPINIÓN

ARTÍCULO DE OPINIÓN


 Canarias, 2018.

Estados, gobiernos y pueblos soberanos


Los distintos sistemas de gobierno, que conviven en el contexto internacional actual, presentan antagonismos jurídicos y políticos, en la relación entre los Estados y sus ciudadanos. La diacronía entre unos países y otros atiende a razones de diferente índole.

   Hay Estados que preservan unos sistemas de gobierno arraigados a una amplia tradición histórica. En otros, en cambio, éstos se erradicaron por procesos revolucionarios, como los acaecidos en el siglo XIX en Europa, con la abolición de las monarquías absolutas.

   La Democracia continúa siendo el sistema político por antonomasia. No obstante, para la especialista en política, Inmaculada Szmolka Vida, hoy en día, la mayoría de los regímenes políticos del mundo no son ni claramente democráticos ni completamente autoritarios, sino que comparten elementos tanto de la democracia como del autoritarismo. Este régimen político recibe el controvertido término de híbrido.

   Según el Diccionario Jurídico Mexicano, “el Estado constituye el conjunto de funciones jurídicas, crea derechos, aplica la Constitución y representa a sus habitantes”. Por tanto, corresponde a la ciudadanía, en quien reside la soberanía, exigir al Estado que sea garante de autoridad suprema del poder público.

   La República es la forma de gobierno por la que se rigen la inmensa mayoría de naciones. La Monarquía, por su carácter hereditario, es un tipo de gobierno tradicional y atemporal. Pese a que casi una treintena de monarquías desaparecieron en el siglo XIX, hoy subsisten la parlamentaria, con gran presencia en Europa donde destaca la británica, por la filiación monárquica que mantienen algunos países de la Commonwealth, la semi-constitucional, como la de Jordania o Marruecos y la absolutista, con dominio mayormente en Asia: Omán, Arabia Saudí o Emiratos Árabes. La no separación de poderes entre la autoridad política y la religión, que caracteriza a la Teocracia, plantea que el Estado deba ser aconfesional. Los regímenes autoritarios y totalitarios anteponen el poder de sus líderes políticos al de sus gobernados.

   Desde la Antigüedad, tanto Aristóteles como Platón, defendían una concepción política basada en el bien común. El primer pensador partía de esta premisa, para distinguir las formas de gobierno legítimas, que buscan el beneficio de la comunidad, de los malos gobiernos que persiguen el beneficio del gobernante. Un Estado bien gobernado -sostiene Aristóteles al igual que Platón- es el que busca y realiza la justicia y se gobierna por la ley.

   Desde la perspectiva de la teoría clásica de la división y el equilibrio de los poderes diseñada por Montesquieu, señala el profesor e investigador Carlos Gómez Díaz-de León, y en las categorizaciones de los sistemas políticos modernos que reúnen las características de una democracia, los regímenes se clasifican, según la preponderancia en la relación entre los poderes en: régimen parlamentario o presidencial. Según el peso de condiciones históricas, culturales e instrumentales, estos dos tipos de sistemas son los que prevalecen en nuestros días.

   En conclusión, al margen de los sistemas de gobierno, un Estado democrático debe de velar por: la no prevalencia entre los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial), los derechos y las igualdades de sus ciudadanos, el bienestar y la justicia social.

Fuentes consultadas:

http://www.revistas.unam.mx/index.php/rep/article/view/37487/34052

https://recyt.fecyt.es/index.php/RevEsPol/article/viewFile/44340/25957

http://eprints.uanl.mx/8760/

Número de Asiento Registral: 00/ 2021 / 4682.

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